martes, 3 de abril de 2012

Relato - "Arthur" Capítulo 1

Hoy voy a publicar una historia que llevaba en mente desde hacía muchos años, pero que me resultaba difícil dibujar. Tanto antes como ahora. 

Muchas veces, escrito queda mejor que dibujado, porque la imaginación hace más milagros que la vista. Espero en algún momento lograr hacer esta historia en cómic, a ver si me animo y la hago. Es como la historia seria que voy a comenzar dentro de nada (esperemos que me llegue la inspiración y deje de arrugar dibujos para tirarlos por no gustarme) que sé perfectamente cómo empezarla, pero no cómo dibujarla.

Aviso que esta historia la he rescatado de un cuaderno muy viejo y la he ido arreglando conforme la escribía aquí xD.
Disfrutad de Arthur. 


Arthur - Capítulo 1

- Siempre que estés desorientado -dijo una voz cálida-, puedes volver aquí.

"Aquí" ¿Dónde era “aquí”? Arthur no recordaba haberse movido del sitio. Es más, ni siquiera sabía desde dónde llegaba la voz. Para él era todo normal, la misma habitación, totalmente oscura, y la visión del somier de la litera superior dónde dormía su hermano pequeño eran de lo más normal. Pensó que quizás estaría soñando con algo y se despertó sin desconectar del sueño.

Se desperezó y se dio media vuelta. Al cerrar los ojos le sorprendió una cara. Una hermosa cara. Abrió los ojos asustado. La pared. No había nada en ella que hubiera podido crear la imagen de esa hermosa cara.

Volvió a cerrar los ojos. La misma cara seguía mirándole, pero esta vez no se asustó y se fijó en ella. Sus ojos, de un verde esmeralda, brillaban a la luz tenue de la estancia. Profundos, hermosos, grandes y fijos en él. La nariz era pequeña y respingona y el puente hacía una curva cóncava acabando en la punta de la nariz. Las mejillas, algo más sonrosadas que el resto de la cara, de una tez casi pálida, estaban llenas de pecas. Hermosas pecas. Se difuminaban a medida que se acercaban a  la nariz, desapareciendo totalmente en ella. Los labios, pequeños y graciosos, empezaron a abrirse.

- ¡Has vuelto! -dijo aquella muchacha- Te he echado de menos. -Y una amplia sonrisa se dibujó en su cara. Le cogió la mano y tiró de él. Arthur se dejó llevar sin ser dueño de su cuerpo. Se irguió y la muchacha le abrazó. Alzó la vista y miró al rededor. Paredes blancas, Fluorescentes apagados en el techo. Una cortina rodeaba su cama.

Pi... Pi... Pi... Un aparato sonaba como a lo lejos. De pronto la cortina se desplazó a un lado, y un hombre mayor, con gafas grandes y frente despoblada se aproximó a Arthur.

-Hmmm... -se limitaba a hacer ese ruido mientras examinaba a Arthur, como si fuese la criatura más extraña del mundo- Qué raro. Juraría que ibas a tardar más en volver -dijo al fin-. Esto retrasa muchas cosas...

El hombre se dio media vuelta y salió de las cortinas cerrándolas de nuevo.

- ¿Quién es él? -balbuceó mientras señalaba las cortinas cerradas.

- Es tu doctor. ¡Gracias a Dios que estás bien! -suspiró la muchacha- Temía que no salieras de ésta. -Un par de lágrimas bajaron por las mejillas de la muchacha y a Arthur se le encogió el corazón.- Espero que te recuperes pronto, y podamos volver a casa. El accidente fue grave, pero por suerte, nadie más salió herido.

- Estoy... ¿Estoy en un hospital? -alcanzó ya a comprender dónde estaba, pero por desgracia no recordaba nada de aquella chica ni de aquel lugar- ¿Quién eres?

Empezó a llorar. Hipaba al intentar abrir la boca- ¡Soy yo! -las lágrimas eran un pequeño torrente en su cara- ¡Soy Adrianne! ¡Tu novia! ¡Tu pareja! -seguía hipando- La que más te quiere en el mundo... Y tu única familia...

Arthur no podía creerlo. ¿Novia? ¡Si tenía 13 años! Sólo le había gustado en su vida una única chica, y no se parecía en nada a Adrianne. En el fondo pensó que tenía suerte, ella era aún mas guapa que Stelle. Y ya era decir.

- Sea como sea... Cariño, -dudó- esto... Claudio, te pondrás bien... -hipó un poco más tranquila- Te pondrás bien.

No sólo sabía que no se llamaba Claudio, sino que aquella muchacha debía tener como 20 años, y él no había cumplido aún 14.

- Es ridículo -pensó- pero ahora no puedo salir de este sueño. ¡Eso! es un sueño, del que debo despertar, ahora me acuerdo.

- Estoy cansado, Adrianne... Necesito dormir -se recostó dolorido sobre la cama del hospital, y cerró los ojos para dormir.

Abrió los ojos. Era de día. Miró al somier de la litera superior. Se notaba movimiento arriba. De repente, su hermano asomó la cabeza por el lado de la cama, boca abajo - ¡¡BUENOS DÍAS, ARTHUR!! -dijo muy alegre- ¿Qué tal has dormido?

- Un sueño muy raro, enano -Se destapó, bostezó y se incorporó. Estirándose se puso a buscar sus zapatillas de casa. Ayudó a su hermano a bajar- Ten cuidado, recuerda que ayer te caíste al suelo.

Miró a la habitación desordenada. Pocas veces llegaban su hermano y él a un acuerdo para ordenarla.- Vamos a desayunar ya, que si no llegamos tarde al colegio -se asomó a la puerta de la habitación y miró la puerta abierta de la de sus padres- Parece que papá y mamá ya se han ido a trabajar. Así que no protestes, que mando yo. -dijo antes de que su hermano abriera la boca para quejarse. Ese día todo le resultaba extrañamente cómodo y fácil. Una cierta felicidad le invadía el cuerpo, pero no sabía por qué ¿Quizás ese sueño tan raro le había afectado?

-Continuará.

¡Espero vuestros comentarios!

No hay comentarios:

Publicar un comentario